martes, 1 de diciembre de 2009

TITO ROMÁN

"Román Ríos nunca regala nada". Es lo que me dice Papá. Pero el día que yo nací un muchacho le entregó a Mamá un ramo de flores y en la tarjeta venía el nombre de Tito Román.
"Román Ríos sólo se preocupa por sus cosas". También lo he escuchado en casa. Pero la noche que yo estaba viniendo al mundo siguió desde el móvil los acontecimientos. "Román Ríos no es detallista". Pero fue uno de los primeros en visitarme en la habitación 416, después de Tita Laura, Tita Luchi y los abuelos. A mí me da igual lo que diga la gente. Yo sé lo bien que se ha portado conmigo desde que nací. Vale, es verdad que me llama boniato. Y que me amenaza cada vez que me ve con llevarme con la Negri, la Coli, el Paquito y el Chincho a que ellos me críen en medio del campo. Dice que eso es lo mejor para los bebés como yo. Es cierto que me habla como a sus cuatro perros con la z de cariño: "¿Qué hazez con eza cara? Aquí no ze llora, ¿eh?". Pero ésa es una muestra verdadera de lo mucho que me aprecia ya.
Él ya sabe por dónde voy yo y de qué pie cojeo. Hay que recordar que muchos días antes de mi nacimiento él supo que iba a salir de la barriga el 2 de julio. Eso es porque me conoce bien. "Román Ríos te enseñará muchas cosas". También, de vez en cuando, Papá y Mamá dicen cosas buenas de él. Yo estoy dispuesto a aprender. Me han dicho que nunca me acostaré sin haber aprendido algo nuevo y que el Tito Román tiene un montón de historias para echarme unos buenos siestorros. Espero que sea mi tito de guardia y que siempre esté ahí para cuando no me pueda dormir...

lunes, 16 de noviembre de 2009

DÍAS FELICES EN LA BARRIGA

Ahora que tengo la memoria fresca, y antes de que nuevos acontecimientos colapsen mis primeros recuerdos, puedo contaros mis días en la barriga. Vale, sé que no estoy respetando el orden cronológico de mis acontecimientos vitales y que algunos considerarán innecesario y hasta aburrido este viaje al pasado. Pero es mi vida. Y soy yo el que decide cómo contarla, ¿no? Mis días en la barriguita fueron muy felices. Allí se estaba la mar de calentito, como ya he contado. Pero es verdad que cuando llevas algún tiempo te aburres un montón y encima es todo muy pequeño. Luego la gente se queja de los minipisos. Pero eso es porque no se acuerdan de cuando estaban dentro de la barriga. Yo fui muy feliz allí dentro. Dabas mis pataditas pero solo para demostrar que todo iba bien. Cuando más me movía era cuando me cantaban. Me agarraba a una costilla de Mamá y empezaba a montar unas coreografías estupendas. Eso sí, todo muy limitado por lo reducido del espacio. Pero algún que otro paso rozaba lo magistral. Al final crecí tanto que ya no podía hacer ni coreografías intimistas. Ni meter goles con la comida que iba entrando. Aquello se convirtió en un muermo. Así que decidí salir en busca de nuevas aventuras...


sábado, 17 de octubre de 2009

MIS PRIMOS LUIS Y DAVID

Como ya he contado, mi paso por la habitación 416 se vio repentinamente interrumpido por mi breve bajonazo de azúcar. Viajé a Neonatología con mis otros compis, los minibebés. Yo traté de cuidarles a todos pero, la verdad, es que me entraba un montón de sueño y me pasé las horas durmiendo. Lo que no sabía es que mientras yo estaba allí, las visitas no se detenían en la habitación. Y una de las visitas más esperadas fue la de mi primo Luis. Yo me lo perdí y no pude conocerle entonces. Me dio penita porque sé que él había cuidado mucho de Mamá desde el principio. Le fabricó un abanico para pasar las calores del hospital y ella lo utilizó un montón.

Sin el abanico de mi primo, Mamá lo hubiese pasado fatal. Luis estuvo un rato largo en la habitación y cuidó mucho de su tía, que es mi madre. Mi primo David se quedó en casa. Él era muy pequeño como para visitar hospitales. Mientras dormía, yo soñaba con todo lo bien que me lo pasaría en un futuro con mis dos primos. Soñé con que Luis me prestaría sus Gormitis y me enseñaría a hacer construcciones. Juntos veríamos Bob Esponja y jugaríamos al Pollito Inglés, porque él es todo un campeón. También me vi junto a David, en una habitación de juegos muy bonita, compartiendo una alfombra con forma de puzzle alrededor de un montón de muñecos. Y había una mesa pequeñita y tres sillas. Una para Luis, otra para David y otra para mí. Y me vi con ellos montando en coche de caballos, corriendo por el césped y bañándonos en la playa de Valdelagrana. Entonces me desperté. Y volví a ver a todos mis compis los minibebés de Neonatología. Deseé que el tiempo pasara más rápido. Para crecer cuanto antes junto a mis primos.

sábado, 3 de octubre de 2009

EL DÍA QUE NACÍ YO


Como Tito Román vaticinó, yo nací el 2 de julio de 2009. Una fecha que quedará siempre marcada en los calendarios internacionales y en las efemérides planetarias. Fue el mismo día que Diario de Cádiz desvelaba que una peligrosa célula islamista estaba haciendo de las suyas en Algeciras o el mismo día que El País descubría que un alto dirigente del PP reabría un caso de espionaje político en Madrid. Ningún periódico destacó en su portada mi nacimiento pero no les guardo rencor. Sé que el futuro me aguarda grandes titulares.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

MIS PRIMEROS SUEÑOS

Mis primeras horas de vida fueron muy sencillitas aunque muy intensas. Nacer te obliga a tener un montón de responsabilidades: romper en llanto adecuadamente, aprender a comer, recibir a las visitas.... Pero, bueno, no os quiero engañar. La mayor parte del tiempo me la pasé durmiendo. Es que esto de la vida exterior cansa mucho. Así tuve mis primeros sueños. Me vi a mí mismo en un montón de lugares diferentes, rodeado de cientos de personas, experimentando un sinfín de aventuras. ¡Qué ganas de que todos esos sueños se hagan realidad!

domingo, 20 de septiembre de 2009

MIS TITAS OFICIALES

De momento, mis papás me dan todo lo que les pido. Cuando tengo hambre, Mamá me da de comer enseguida. Cuando me aburro, no tengo más que protestar un poco y me cogen en brazos. Si lloro, incluso me bailan y me cantan. Sé que esto acabará pronto. Papá ya me ha advertido de que lo bueno no durará siempre y de que los mimos no son eternos. Bueno, yo no le hago mucho caso porque sé que cuando mis padres me corten el grifo, tendré a mis cuatro titas para malcriarme y darme todo lo que les pido. Je, je. Bueno, quizá la más dura de convencer sea Tita Ana. Porque ella ya tiene doble experiencia y se sabe todos los trucos de los bebés. Pero como soy el primer sobrino creo que puedo engañarla un poquito con algún que otro pucherito y alguna que otra sonrisa.


Tita Luchi fue la primera tita oficial en verme. Todavía no sé si tengo que llamarla Tita Luchi o Tita Lucía pero como de momento actúo por imitación, yo la llamo Tita Luchi. Me vino a ver con los abuelos el primer día de mi vida y luego me ha venido a ver otras cuantas pero no las suficientes para engatusarla con mis ojos azules y mi pestañeo. Tengo todavía que entrenarme para conseguir lo que quiero en escasos segundos. Un guiño aquí, una lagrimita allí y antes de cumplir mi primer año ya habré conseguido de ella todos mis propósitos.


Tita Esther tardó un poco más en conocerme. Vino desde Madrid y me descubrió en Valdelagrana. Con ella todo será más fácil. Ella misma se ha comprometido a mimarme y a dejarme hacer todo lo que no me dejen mis padres. Lo primero que hizo fue montarme en un balancín para que yo me mueva en vaivén mientras escucho canciones del hit parade infantil. De ella conseguiré todo lo que me proponga pero Papá me ha recomendado que cuando sea mayor y me entre antojo urgente de postre, nunca le pida tarta de limón. Por lo visto tarda que es una barbaridad en hacerla pero, eso sí, le sale muy rica. Lo bueno siempre se hace esperar.

La última tita que conocí fue a Silvia. Ella vino de Galicia para verme en persona, aunque ya me había reclamado muchas veces por teléfono y por Internet. Para ella, soy el único sobrino así es que con ella no me hace falta ni gritos protestones, ni lágrimas forzadas ni ensayos de caritas para obtener cientos de regalitos y cumplir mis deseos. ¡Me lo dará todo sin pedírmelo! Lo malo es que está a 1.000 kilómetros. Pero, bueno, ya me encargaré yo de acortar distancias.

Estoy preparado para pedirles a mis titas todo lo que mis padres sé que me negarán. Las titas están para eso. Pero no seré un niño eogísta. Trataré de devolverles todo lo bueno que sé que me van a dar.

jueves, 3 de septiembre de 2009

EL DESCUBRIMIENTO DE LA TETA

Nacer es tela de difícil. Ya os lo he contado. Pero no creáis que fuera la cosas son muy fáciles. Cuando sales hace frío y ya no está el liquidillo ese en el que yo flotaba. Pero, sin duda, lo peor es que te desaparece la comida. Cuando estaba en la barriguita era yo mismo el que me servía a mi gusto. ¡Mira, un trozo de magdalena! Lo cogía y a la boca. ¡Un bollito de chocolate! Y otra vez para dentro. ¡Helado de choco-menta! Y, de nuevo, al gaznate. Como veis, mi madre me alimentaba requetebien durante su embarazo. Pero en la cama en la que me pusieron después de nacer, las cosas dejaron de ser tan fáciles. En realidad, nacer es darse cuenta de que nada volverá a ser tan fácil. Mi mamá se empeñaba en estrujarme junto a sus pechos. Me decía: Come, Martín, come. Y yo me decía a mí mismo: pero, ¿cómo voy a comer si aquí no flota nada a mi alrededor?. Me lo decía a mí mismo porque pasaba de ponerme a discutir con mi madre tan pronto. Para eso ya tendremos tiempo. A mí me ponía la teta muy cerquita pero yo tardé varios días en darme cuenta de que la comida estaba ahí dentro. Había que hacer mucho esfuerzo para sacarla y yo me cansaba muy pronto. Papá y Mamá, la verdad, lo pasaron fatal al principio. Yo no comía nada y ellos se desesperaban porque pensaban que me iba a dar un chungo por desnutrición. No sabían que yo tenía reservas de sobra. Me dieron algún biberón de leche artificial. Yo me lo tomé pero para entonces le había ido cogiendo gustillo a eso de chupar tetilla. Y, bueno, a los pocos días, no es por presumir, ya era todo un experto.
Lo peor, sin duda, es lo de los gases entre pecho y pecho. Mi madre me pega unos empujones y unos golpes en la espalda que me deja grogui. Otras veces me coge por el cuello para agarrarme y parece que quiere ahorcarme. No sé qué pensarán los Servicios Sociales de esto:


Además a mí lo que me gusta de verdad es quedarme dormido mientras como. Me encanta dejarme llevar por la somnolencia que da la leche. Cuando me separan del pecho me quedo como traspuesto, me desplazo a otra dimensión. Es como si mi alma viajara pero mi cuerpo se quedara. Eso es como lo vivo yo, vamos. Pero esto es como los borrachos. Una cosa es lo que tú piensas que está ocurriendo y otra es lo que realmente está pasando. Porque mientras yo creo que hago viajes astrales todos se están partiendo con el careto que yo pongo nada más terminar de comer. La gente tiene muy malas ideas y muy poquita vergüenza. Pero esa es otra historia que ya contaré en otra ocasión...

martes, 25 de agosto de 2009

TITA LAURA



Todavía no me había acostumbrado a la luz de la habitación 416 (ya añoraba la luz roja de mi primera estancia) cuando escuché unos pasos que se acercaban. Mamá me dijo: "Ahí viene Tita Laura". Sentí su suspiro de admiración enorme hacia mí, le dio unos rápidos besos a mis padres y se fue enseguida. Por lo visto tenía prisa. Después me enteré que Papá le había dado las llaves de casa, que tuvo que irse hasta la otra punta de la ciudad y volver con todas las maletas y cosas que mi padres se habían olvidado. Todavía no lo he contado. Mamá y Papá tenían preparado desde hacía unos cuantos meses un enorme bolso blanco con mi primera ropita, camisones y prendas interiores para Mamá, toalllitas y otras cosas más. Al lado habían colocado una cámara de fotos con las baterías recargadas y otra de vídeo con un montón de cintas vírgenes. El 1 de julio Mamá empezó a sangrar un poquito así que decidieron acercarse al hospital para preguntar si eso era normal. No sabían que ese estropicio lo había provocado yo y que horas después nacería. Así que toda la parafernalia preparada desde hacía tiempo se quedó en casa. Tita Laura había seguido el parto desde que Papá la llamó desde el hospital aquella noche.

La pobre no pudo ni dormir de los nervios. Como siempre tiene la mano tendida, se ofreció a corregir el olvido de mis padres y traer todo el equipaje. Así se convirtió en la primera persona que me visitó en la habitación 416. También trajo las cámaras con las que mi padre la grabó a su regreso de casa. Le dijo que se hiciera la sorprendida, como si fuera la primera vez que me veía. Yo sólo tenía unas horas y estaba asistiendo a la primera manipulación de mi vida. Pero no me importó. Tita Laura me dijo que era muy grande, que parecía un adolescente y Mamá bromeó con que era el primer escote que yo veía. Je, je... Yo sólo miré de reojillo. Tita Laura prometió que me cuidaría mucho cuando me fuera haciendo mayor, que me enseñaría las verdades de la vida, la fauna y flora mundial y un montón de chistes verdes. Estoy convencido de que cumplirá su palabra.

martes, 11 de agosto de 2009

MIS ABUELOS


Una de las primeras visitas que recibí fue la de mis abuelos. Les reconocí de lejos. Sólo por las voces. Ellos llevaban mucho tiempo esperándome y cuando estaba en la barriga me hablaban mucho y me contaban cosas muy bonitas. También contribuyeron a que yo estuviera tan fuertote (que no gordote) porque le hicieron unas comiditas muy ricas a mi mamá. La primera que se acercó a verme y a darle un beso a Mamá fue la abuela Agustina, que es, a su vez, la madre de mi Mamá. Después vino Mari Carmen. A ella le asombró, sobre todo, la hermosa melena que yo lucía. Estaba deseando cogerme en brazos pero le daba como vergüenza pedirlo. La abuela Mari Carmen es la mamá de Papá. Después se acercó el abuelo Antonio, le dio varios toquecillos con el dedo al brazo de mi mamá, que es su hija, y después me saludó a mí. Se completó la lista de abueletes con mi abuelo Pedro, el padre de mi Papá, que hasta ese momento lo había observado todo desde muy lejos. Todo está mejor resumido en el vídeo. Yo me hice el dormido pero sólo para hacerme el interesante. Así mis abuelos creerían que yo no les estaba escuchando y de esa forma podía escuchar todos los comentarios más sinceros. Sólo me dijeron cosas bonitas. No creo que sospecharan que fingía mi sueño. Yo creo que me las dijeron porque me las merezco.

jueves, 16 de julio de 2009

MIS PAPÁS

Antes de detallar la larga lista de visitas que tuve en mi primer día, me detendré en analizar a las dos primeras personas que conocía más profundamente. De todo el lío de enfermeras, matronas, ginecólogas, celadores y demás personal sanitario no me enteré muy bien. Sé que hubo una matrona muy buena, una tal Sara, que se portó muy bien con mi madre; una anestesista, que relajó bastante a mamá y le permitió hasta disfrutar de mi salida; y una médica que, según decía otra, no se había tomado suficiente Cola-Cao para empujar de mí desde la barriga de mi madre para afuera. La muy jodía me hizo un montón de daño. ¡¡¡¡Me he quedado con tu cara!!! ¡¡¡Y sé dónde vives!!! Bueno, al menos, sé donde trabajas....
La primera persona que me cogió en brazos fue mi Papá. El tío se portó un montón de bien porque, aunque yo pesé una barbaridad para mi edad, estuvo aguantando el tirón hasta que una enfermera le dijo: "Lo puedes dejar en esa toalla". Pero él se resistió a dejarme. Sólo me soltó para que me pesaran, midieran y me pusiera una inyección. Mi primer vacuna. En la habitación de la luz roja no hacía más que hacerme fotos por el móvil. Le escuchaba quejarse de que se había dejado en casa otras cámaras pero el tío no dejaba de tomar imágenes. Luego seguiría así el resto de día. Hay veces que creo que mi padre no tiene ojos sino objetivos. Pero es muy buena gente. Quienes le conocen dicen que es un poco pesado pero entrañable. Algunos ya sólo le llaman pesado. Pero yo le quiero mucho desde el principio porque me arropó cuando tenía frío, me cuidó en el cuarto de la luz roja (¡¡¡no era un club de mala reputación!!!) y en la habitación 416 me cogía de la mano cuando yo tenía miedo de tantas cosas nuevas que estaban pasando. Nadie se lo dice. Pero mi papá es la caña de España. Será lo primero que le diga cuando aprenda a hablar.
Pero para cañas de España mi madre. No sé si lo he contado ya pero a mí me quisieron sacar de la barriga con una ventosa. Una mujer maligna no hacía más que amenazar con que si mi mamá no empujaba lo suficiente acabaría sacándome con una ventosa. Ella empujó con todas sus fuerzas y más y me sacó de un tirón. Hombre, yo puse también mi parte. Porque no creáis que salir de ahí es fácil. Hay un montón de recovecos y un montón de gente de la que tienes que despedirte y casi no te da tiempo. Mi amiga la placenta; mi colega el útero; el enrollado del líquido amniótico... Bueno, un sinfín de amistades que haces en esos nueve meses que, por lo menos, adiós les tienes que decir... Total, que no me tuve que hacer amigo de la ventosa y de ese empujón fuerte de mi madre salí a la calle. Gracias a ella conservo mi cabeza redondita y en perfecto estado de revista. Yo, entonces, todavía no conocía a mi mamá. Pero todas las médicos y enfermeras que estaban por alli la felicitaron y le dijeron que era una valiente. En el cuarto de la luz roja ella preguntaba mucho por mí. En la habitación 416 me agarré a su teta aunque no sabía utilizarla. Ya sabía en ese momento que necesitaría a mi mamá para siempre. No sólo porque me alimentaría de ella, sino porque ella fue la primera en hacerme sentir que estaba en casa.
Mis padres me cuidaron mucho esas primeras horas. Fueron muy difíciles. Que conste. A mí me dio un bajonazo de azúcar, casi al mismo tiempo que mi madre se desmayaba por tres veces y mis abuelos tenían que agarrarla. Pobrecilla. Lo que es parir, ¿eh?. Tampoco nacer en sencilo y a mí se me bajó todo el azúcar como decía. Los médicos me llevaron a la planta de abajo para una revisión. Me tuvieron allí desde la cuatro de la tarde a las doce y media de la medianoche. Estuve en una sala llamada Neonatología, donde me dieron unos cuantos biberones de glucosa para que me pusiera fuerte... Allí, tan grande como era yo, parecía el papá de todos los bebés. Y todas las enfermeras comentaban: ¡qué grande es este niño!; ¡qué arte tiene!, ¡ole las pichurras! y otro tipo de comentarios que no puedo reproducir por respeto a la decencia... Me rodeaban un montón de incubadoras de otros coleguitas bebés mucho más pequeñitos que yo. A mí me pusieron en una camita y, como me aburría tela, pues me dormí un montón de horas. Mi papá vino a verme unas cuantas veces. Y me decía que mamá ya estaba mejor, que ya no se desmayaba y que estaba deseando verme. Yo quería subir a verla pero no me dejaban hasta confirmar que mis niveles de azúcar fuesen los correctos... Mientras, en la habitación 416, no cesaban las visitas. Durante mis largas dormideras soñé con un montón de cosas. Sobre todo, con la gente que me fue a ver antes de que me trasladaran de planta pero ésa es otra histora...

jueves, 9 de julio de 2009

LA HABITACIÓN 416

Mis siguientes horas de vida las pasé en la habitación 416 del Hospital Puerta del Mar. No estábamos solos. En la cama de al lado estaban Inmaculada y su marido, de El Puerto de Santa María, que estaban aguardando la llegada de mi futuro amigo Adrián. A él le había costado un poco más salir que a mí y se estaba recuperando en la planta de abajo. Enseguida me pusieron junto a mi mare. A la pobre la habían cosido por todos lados porque yo nací un poco grande. Pesé 4.260 y medí 55 centímetros. Tampoco es demasiado pero es que en Cádiz a la gente le gusta mucho exagerar. Durante mis primeras horas tuve que escuchar repetidamente frases del tipo: "Te ha nacido criado"; "Mañana puede hacer la comunión"; "Le pones una corneta y te hace la mili". Me dicen que es la típica gracia gaditana. Todavía tengo que adaptarme a ella.

Durante esos primeros minutos en la habitación me pusieron junto a la teta de mi mamá pero, claro, venía sin instrucciones y yo no sabía qué hacer. Así que me quedaba mirando esperando que alguien me dijese qué tenía que hacer. Es como cuando te indican dónde está un sitio. Te dicen "todo recto" y luego hay un montón de curvas y desvíos, de los que nadie te habla. Pues lo mismo. Así que yo me quedaba mirando la teta y no hacía mucho más.
Tita Laura les hizo el favor a mis papás de traerles algunos utensilios básicos que habían dejado en casa. Los poco previsores se habían ido al hospital con lo puesto. Ella fue la primera en verme de la larga lista de invitados que desfilaron por la habitación 416 pero ésa es otra historia...

martes, 7 de julio de 2009

MIS PRIMERAS HORAS

Hola. Soy Martín Espinosa Bocanegra. El 1 de julio decidí darle una cuantas pataditas de más a mi mamá, Eva. Dentro de la barriga se estaba muy bien pero yo escuchaba de fondo que ahí fuera la gente se lo estaba pasando muy bien. Mis papás decidieron ir al hospital por la noche y allí confirmaron que yo quería salir. Es que ellos por sí mismos no se creen nada. Escapar de la barriga no fue nada fácil. Tardé muchas horas. Mi mamá empujó un montón. Una mujer de verde le gritaba: ¡¡Cómo no empujes ahora, te lo sacamos con una ventosa!!. Y ella empujó con todas sus fuerzas sin necesidad de ventosa, que me hubiese dejado la cabeza como un pepino. Así logre salir a las 4:30 de la mañana del 2 de julio, tal y como había vaticinado tito Román, alias el oráculo de la bahía. Me limpiaron y me pusieron en los brazos de un hombre muy fornido pero que estaba temblando. Por lo visto era mi papá. Luego me llevaron a una camita con una luz roja. Pero no penséis mal.

No era ningún club de mala reputación. Era una camita con luz térmica para que yo estuviese a gusto. Así viví mis primeras horas. Tengo que decir que salir de la barriga duele mucho pero, bueno, merece la pena...
Después un celador movió la cama de mi mamá y nos llevó juntos hasta la cuarta planta del Hospital Puerta del Mar. Pero todo lo que sucedió en la habitación 416 es otra historia...