La primera persona que me cogió en brazos fue mi Papá. El tío se portó un montón de bien porque, aunque yo pesé una barbaridad para mi edad, estuvo aguantando el tirón hasta que una enfermera le dijo: "Lo puedes dejar en esa toalla". Pero él se resistió a dejarme. Sólo me soltó para que me pesaran, midieran y me pusiera una inyección. Mi primer vacuna. En la habitación de la luz roja no hacía más que hacerme fotos por el móvil. Le escuchaba quejarse de que se había dejado en casa otras cámaras pero el tío no dejaba de tomar imágenes. Luego seguiría así el resto de día. Hay veces que creo que mi padre no tiene ojos sino objetivos. Pero es muy buena gente. Quienes le conocen dicen que es un poco pesado pero entrañable. Algunos ya sólo le llaman pesado. Pero yo le quiero mucho desde el principio porque me arropó cuando tenía frío, me cuidó en el cuarto de la luz roja (¡¡¡no era un club de mala reputación!!!) y en la habitación 416 me cogía de la mano cuando yo tenía miedo de tantas cosas nuevas que estaban pasando. Nadie se lo dice. Pero mi papá es la caña de España. Será lo primero que le diga cuando aprenda a hablar.
Pero para cañas de España mi madre. No sé si lo he contado ya pero a mí me quisieron sacar de la barriga con una ventosa. Una mujer maligna no hacía más que amenazar con que si mi mamá no empujaba lo suficiente acabaría sacándome con una ventosa. Ella empujó con todas sus fuerzas y más y me sacó de un tirón. Hombre, yo puse también mi parte. Porque no creáis que salir de ahí es fácil. Hay un montón de recovecos y un montón de gente de la que tienes que despedirte y casi no te da tiempo. Mi amiga la placenta; mi colega el útero; el enrollado del líquido amniótico... Bueno, un sinfín de amistades que haces en esos nueve meses que, por lo menos, adiós les tienes que decir... Total, que no me tuve que hacer amigo de la ventosa y de ese empujón fuerte de mi madre salí a la calle. Gracias a ella conservo mi cabeza redondita y en perfecto estado de revista. Yo, entonces, todavía no conocía a mi mamá. Pero todas las médicos y enfermeras que estaban por alli la felicitaron y le dijeron que era una valiente. En el cuarto de la luz roja ella preguntaba mucho por mí. En la habitación 416 me agarré a su teta aunque no sabía utilizarla. Ya sabía en ese momento que necesitaría a mi mamá para siempre. No sólo porque me alimentaría de ella, sino porque ella fue la primera en hacerme sentir que estaba en casa.
Mis padres me cuidaron mucho esas primeras horas. Fueron muy difíciles. Que conste. A mí me dio un bajonazo de azúcar, casi al mismo tiempo que mi madre se desmayaba por tres veces y mis abuelos tenían que agarrarla. Pobrecilla. Lo que es parir, ¿eh?. Tampoco nacer en sencilo y a mí se me bajó todo el azúcar como decía. Los médicos me llevaron a la planta de abajo para una revisión. Me tuvieron allí desde la cuatro de la tarde a las doce y media de la medianoche. Estuve en una sala llamada Neonatología, donde me dieron unos cuantos biberones de glucosa para que me pusiera fuerte... Allí, tan grande como era yo, parecía el papá de todos los bebés. Y todas las enfermeras comentaban: ¡qué grande es este niño!; ¡qué arte tiene!, ¡ole las pichurras! y otro tipo de comentarios que no puedo reproducir por respeto a la decencia... Me rodeaban un montón de incubadoras de otros coleguitas bebés mucho más pequeñitos que yo. A mí me pusieron en una camita y, como me aburría tela, pues me dormí un montón de horas. Mi papá vino a verme unas cuantas veces. Y me decía que mamá ya estaba mejor, que ya no se desmayaba y que estaba deseando verme. Yo quería subir a verla pero no me dejaban hasta confirmar que mis niveles de azúcar fuesen los correctos... Mientras, en la habitación 416, no cesaban las visitas. Durante mis largas dormideras soñé con un montón de cosas. Sobre todo, con la gente que me fue a ver antes de que me trasladaran de planta pero ésa es otra histora...
Mis padres me cuidaron mucho esas primeras horas. Fueron muy difíciles. Que conste. A mí me dio un bajonazo de azúcar, casi al mismo tiempo que mi madre se desmayaba por tres veces y mis abuelos tenían que agarrarla. Pobrecilla. Lo que es parir, ¿eh?. Tampoco nacer en sencilo y a mí se me bajó todo el azúcar como decía. Los médicos me llevaron a la planta de abajo para una revisión. Me tuvieron allí desde la cuatro de la tarde a las doce y media de la medianoche. Estuve en una sala llamada Neonatología, donde me dieron unos cuantos biberones de glucosa para que me pusiera fuerte... Allí, tan grande como era yo, parecía el papá de todos los bebés. Y todas las enfermeras comentaban: ¡qué grande es este niño!; ¡qué arte tiene!, ¡ole las pichurras! y otro tipo de comentarios que no puedo reproducir por respeto a la decencia... Me rodeaban un montón de incubadoras de otros coleguitas bebés mucho más pequeñitos que yo. A mí me pusieron en una camita y, como me aburría tela, pues me dormí un montón de horas. Mi papá vino a verme unas cuantas veces. Y me decía que mamá ya estaba mejor, que ya no se desmayaba y que estaba deseando verme. Yo quería subir a verla pero no me dejaban hasta confirmar que mis niveles de azúcar fuesen los correctos... Mientras, en la habitación 416, no cesaban las visitas. Durante mis largas dormideras soñé con un montón de cosas. Sobre todo, con la gente que me fue a ver antes de que me trasladaran de planta pero ésa es otra histora...