martes, 25 de agosto de 2009

TITA LAURA



Todavía no me había acostumbrado a la luz de la habitación 416 (ya añoraba la luz roja de mi primera estancia) cuando escuché unos pasos que se acercaban. Mamá me dijo: "Ahí viene Tita Laura". Sentí su suspiro de admiración enorme hacia mí, le dio unos rápidos besos a mis padres y se fue enseguida. Por lo visto tenía prisa. Después me enteré que Papá le había dado las llaves de casa, que tuvo que irse hasta la otra punta de la ciudad y volver con todas las maletas y cosas que mi padres se habían olvidado. Todavía no lo he contado. Mamá y Papá tenían preparado desde hacía unos cuantos meses un enorme bolso blanco con mi primera ropita, camisones y prendas interiores para Mamá, toalllitas y otras cosas más. Al lado habían colocado una cámara de fotos con las baterías recargadas y otra de vídeo con un montón de cintas vírgenes. El 1 de julio Mamá empezó a sangrar un poquito así que decidieron acercarse al hospital para preguntar si eso era normal. No sabían que ese estropicio lo había provocado yo y que horas después nacería. Así que toda la parafernalia preparada desde hacía tiempo se quedó en casa. Tita Laura había seguido el parto desde que Papá la llamó desde el hospital aquella noche.

La pobre no pudo ni dormir de los nervios. Como siempre tiene la mano tendida, se ofreció a corregir el olvido de mis padres y traer todo el equipaje. Así se convirtió en la primera persona que me visitó en la habitación 416. También trajo las cámaras con las que mi padre la grabó a su regreso de casa. Le dijo que se hiciera la sorprendida, como si fuera la primera vez que me veía. Yo sólo tenía unas horas y estaba asistiendo a la primera manipulación de mi vida. Pero no me importó. Tita Laura me dijo que era muy grande, que parecía un adolescente y Mamá bromeó con que era el primer escote que yo veía. Je, je... Yo sólo miré de reojillo. Tita Laura prometió que me cuidaría mucho cuando me fuera haciendo mayor, que me enseñaría las verdades de la vida, la fauna y flora mundial y un montón de chistes verdes. Estoy convencido de que cumplirá su palabra.

martes, 11 de agosto de 2009

MIS ABUELOS


Una de las primeras visitas que recibí fue la de mis abuelos. Les reconocí de lejos. Sólo por las voces. Ellos llevaban mucho tiempo esperándome y cuando estaba en la barriga me hablaban mucho y me contaban cosas muy bonitas. También contribuyeron a que yo estuviera tan fuertote (que no gordote) porque le hicieron unas comiditas muy ricas a mi mamá. La primera que se acercó a verme y a darle un beso a Mamá fue la abuela Agustina, que es, a su vez, la madre de mi Mamá. Después vino Mari Carmen. A ella le asombró, sobre todo, la hermosa melena que yo lucía. Estaba deseando cogerme en brazos pero le daba como vergüenza pedirlo. La abuela Mari Carmen es la mamá de Papá. Después se acercó el abuelo Antonio, le dio varios toquecillos con el dedo al brazo de mi mamá, que es su hija, y después me saludó a mí. Se completó la lista de abueletes con mi abuelo Pedro, el padre de mi Papá, que hasta ese momento lo había observado todo desde muy lejos. Todo está mejor resumido en el vídeo. Yo me hice el dormido pero sólo para hacerme el interesante. Así mis abuelos creerían que yo no les estaba escuchando y de esa forma podía escuchar todos los comentarios más sinceros. Sólo me dijeron cosas bonitas. No creo que sospecharan que fingía mi sueño. Yo creo que me las dijeron porque me las merezco.