miércoles, 30 de septiembre de 2009

MIS PRIMEROS SUEÑOS

Mis primeras horas de vida fueron muy sencillitas aunque muy intensas. Nacer te obliga a tener un montón de responsabilidades: romper en llanto adecuadamente, aprender a comer, recibir a las visitas.... Pero, bueno, no os quiero engañar. La mayor parte del tiempo me la pasé durmiendo. Es que esto de la vida exterior cansa mucho. Así tuve mis primeros sueños. Me vi a mí mismo en un montón de lugares diferentes, rodeado de cientos de personas, experimentando un sinfín de aventuras. ¡Qué ganas de que todos esos sueños se hagan realidad!

domingo, 20 de septiembre de 2009

MIS TITAS OFICIALES

De momento, mis papás me dan todo lo que les pido. Cuando tengo hambre, Mamá me da de comer enseguida. Cuando me aburro, no tengo más que protestar un poco y me cogen en brazos. Si lloro, incluso me bailan y me cantan. Sé que esto acabará pronto. Papá ya me ha advertido de que lo bueno no durará siempre y de que los mimos no son eternos. Bueno, yo no le hago mucho caso porque sé que cuando mis padres me corten el grifo, tendré a mis cuatro titas para malcriarme y darme todo lo que les pido. Je, je. Bueno, quizá la más dura de convencer sea Tita Ana. Porque ella ya tiene doble experiencia y se sabe todos los trucos de los bebés. Pero como soy el primer sobrino creo que puedo engañarla un poquito con algún que otro pucherito y alguna que otra sonrisa.


Tita Luchi fue la primera tita oficial en verme. Todavía no sé si tengo que llamarla Tita Luchi o Tita Lucía pero como de momento actúo por imitación, yo la llamo Tita Luchi. Me vino a ver con los abuelos el primer día de mi vida y luego me ha venido a ver otras cuantas pero no las suficientes para engatusarla con mis ojos azules y mi pestañeo. Tengo todavía que entrenarme para conseguir lo que quiero en escasos segundos. Un guiño aquí, una lagrimita allí y antes de cumplir mi primer año ya habré conseguido de ella todos mis propósitos.


Tita Esther tardó un poco más en conocerme. Vino desde Madrid y me descubrió en Valdelagrana. Con ella todo será más fácil. Ella misma se ha comprometido a mimarme y a dejarme hacer todo lo que no me dejen mis padres. Lo primero que hizo fue montarme en un balancín para que yo me mueva en vaivén mientras escucho canciones del hit parade infantil. De ella conseguiré todo lo que me proponga pero Papá me ha recomendado que cuando sea mayor y me entre antojo urgente de postre, nunca le pida tarta de limón. Por lo visto tarda que es una barbaridad en hacerla pero, eso sí, le sale muy rica. Lo bueno siempre se hace esperar.

La última tita que conocí fue a Silvia. Ella vino de Galicia para verme en persona, aunque ya me había reclamado muchas veces por teléfono y por Internet. Para ella, soy el único sobrino así es que con ella no me hace falta ni gritos protestones, ni lágrimas forzadas ni ensayos de caritas para obtener cientos de regalitos y cumplir mis deseos. ¡Me lo dará todo sin pedírmelo! Lo malo es que está a 1.000 kilómetros. Pero, bueno, ya me encargaré yo de acortar distancias.

Estoy preparado para pedirles a mis titas todo lo que mis padres sé que me negarán. Las titas están para eso. Pero no seré un niño eogísta. Trataré de devolverles todo lo bueno que sé que me van a dar.

jueves, 3 de septiembre de 2009

EL DESCUBRIMIENTO DE LA TETA

Nacer es tela de difícil. Ya os lo he contado. Pero no creáis que fuera la cosas son muy fáciles. Cuando sales hace frío y ya no está el liquidillo ese en el que yo flotaba. Pero, sin duda, lo peor es que te desaparece la comida. Cuando estaba en la barriguita era yo mismo el que me servía a mi gusto. ¡Mira, un trozo de magdalena! Lo cogía y a la boca. ¡Un bollito de chocolate! Y otra vez para dentro. ¡Helado de choco-menta! Y, de nuevo, al gaznate. Como veis, mi madre me alimentaba requetebien durante su embarazo. Pero en la cama en la que me pusieron después de nacer, las cosas dejaron de ser tan fáciles. En realidad, nacer es darse cuenta de que nada volverá a ser tan fácil. Mi mamá se empeñaba en estrujarme junto a sus pechos. Me decía: Come, Martín, come. Y yo me decía a mí mismo: pero, ¿cómo voy a comer si aquí no flota nada a mi alrededor?. Me lo decía a mí mismo porque pasaba de ponerme a discutir con mi madre tan pronto. Para eso ya tendremos tiempo. A mí me ponía la teta muy cerquita pero yo tardé varios días en darme cuenta de que la comida estaba ahí dentro. Había que hacer mucho esfuerzo para sacarla y yo me cansaba muy pronto. Papá y Mamá, la verdad, lo pasaron fatal al principio. Yo no comía nada y ellos se desesperaban porque pensaban que me iba a dar un chungo por desnutrición. No sabían que yo tenía reservas de sobra. Me dieron algún biberón de leche artificial. Yo me lo tomé pero para entonces le había ido cogiendo gustillo a eso de chupar tetilla. Y, bueno, a los pocos días, no es por presumir, ya era todo un experto.
Lo peor, sin duda, es lo de los gases entre pecho y pecho. Mi madre me pega unos empujones y unos golpes en la espalda que me deja grogui. Otras veces me coge por el cuello para agarrarme y parece que quiere ahorcarme. No sé qué pensarán los Servicios Sociales de esto:


Además a mí lo que me gusta de verdad es quedarme dormido mientras como. Me encanta dejarme llevar por la somnolencia que da la leche. Cuando me separan del pecho me quedo como traspuesto, me desplazo a otra dimensión. Es como si mi alma viajara pero mi cuerpo se quedara. Eso es como lo vivo yo, vamos. Pero esto es como los borrachos. Una cosa es lo que tú piensas que está ocurriendo y otra es lo que realmente está pasando. Porque mientras yo creo que hago viajes astrales todos se están partiendo con el careto que yo pongo nada más terminar de comer. La gente tiene muy malas ideas y muy poquita vergüenza. Pero esa es otra historia que ya contaré en otra ocasión...