lunes, 10 de enero de 2011

UN SOFÁ SOSPECHOSO

Mis primeras horas en casa son el recuerdo de los besos de Mamá, de sus manos acaraciándome, de su disposición para darme de comer siempre que yo quería. Mis primeras horas en casa son la voz de Papá, el vaivén de sus brazos, el tembleque de su cuerpo por la enorme responsabilidad que acababa de llegar conmigo. Sí, todo fue muy bonito. Pero mentiría si no contase que mis primeras horas también tuvieron sus momentos malos. Mis papás me querían mucho pero no les importó que me recostara en un sofá de diseño imposible. No puedo definir su estampado sin estremecerme. Un rojo apagado, mezcla con rosa palo, azul desgastado y naranja zanahoria de dudosa combinación. Todo agrupado en figuras geométricas salidas como de un desfasado ordenador con una impresora escacharrada. Ahí me dejaron dormir mis padres algunas de mis primeras horas. Yo cerraba los ojos para no ver pero es que esos colores se te metían en la mente. Reconozco que lloré muchas veces pensando en ese sofá.


Y eso que todavía no había visto que sus patas eran pezuñas de pantera. Eso me hubiese matado del susto. Mis padres pensaban que lloraba por los gases y no hacían más que menearme para que se me pasara. Qué malos ratos. Ahora se lo agradezco. Vivir con ese sofá mis primeras horas me sirvió para hacerme fuerte en la vida. Pedro Almodóvar habría hecho tres películas con él. Yo, desde luego, me alegré el día que le dije adiós. Pero eso es otra historia.

1 comentario:

  1. No diré que echo de menos ese sofá... Pero gracias a ti ahora me río mucho al pensar en él! Es verdad, ahí dormimos juntos algunas veces... Qué recuerdos!!

    Y qué bonito escribes, Martín...

    ResponderEliminar